Polonia es el país que más refugiados está recibiendo de los que hacen frontera con Ucrania (1’42 millones). El flujo de personas ucranianas que cruzan al país vecino es grande y constante. Para poner solución momentánea a esto, Polonia ha organizado diferentes centros de refugiado en sus fronteras.
Estos centros se han improvisado ante la emergencia que requiere la situación. Przemyśl y Korczowa han transformado dos centros comerciales en campamentos de refugiados. Están preparados únicamente como lugar de tránsito hasta que los ucranianos encuentren un destino. Desde el diario, hemos podido acceder y comprobar cómo es el día a día de un refugiado en estos centros.
No está permitido grabar el interior de los campos de refugiados, quizá porque el mundo no está preparado para ver tantas almas rotas juntas. Una madre preparando el biberón a su bebé como puede, una mujer mayor con la mirada perdida sentada al borde de las hamacas hacinadas en las que duermen y los ojos hinchados de llorar, un anciano en silla de ruedas avanzando lentamente por los pasillos, con la cabeza gacha. Niños pequeños jugando con lo que hay a pesar de que saben que algo malo está pasando, aunque su inocencia aún no les deje comprender qué es.
Estos centros, dentro de su organización, tienen un caos importante a la hora de organizar recogidas de refugiados. Las instituciones no están respondiendo a la llamada de emergencia y son los voluntarios y las personas de a pie los encargados de gestionar todo, desde la repartición de comida hasta la gestión de las acogidas y los viajes a otros lugares. Los medios no informan de que muchos ucranianos prefieren quedarse en países cercanos al suyo y no ir directamente a España. Muchos son los españoles que se han encontrado con dificultades a la hora de encontrar refugiados dispuestos a viajar tan lejos, porque la mayoría de ellos intentan mantener la esperanza de que la guerra acabe en uno o dos meses y volver a su hogar.
Hace dos semanas, ellos, y sobre todo ellas, tenían una vida normal. Ahora han tenido que dejar atrás padres, hijos, parejas que tienen que quedarse a luchar, y que quizás mueran, en un campo de batalla que no han elegido.