Sanse bebe de diversas fuentes en cuanto a vecindad, actividad cultural, compromiso ciudadano. Este municipio de la zona norte de Madrid es rico en vecinos con múltiples intereses: vecinos y vecinas solidarios, tanto con quienes viven cerca como quienes viven alejados de ellos, vecinos que disfrutan cuidando de huertos en compañía de otros vecinos, que gozan yendo al teatro o haciendo teatro, que cuidan de mayores y pequeños, que estrechan lazos y fomentan la amistad con el pueblo vecino, vecinas y vecinos que viven la música y la promueven, que asisten a bibliotecas y centros culturales y les dan vida, vecindades creativas e intelectualmente inquietas, vecinos y vecinas fiesteros y menos fiesteros, trasnochadores y madrugadores, deportistas y perezosos, vecinos para quienes las fiestas de su municipio son el centro del calendario y vecinos que procuran irse de vacaciones a otro lugar en las fechas de las fiestas, para evitar ruidos y molestias; vecinos y vecinas que escogen cada año hacer cosas diferentes en fechas de fiestas; vecindades que gustan de participar en asociaciones y quienes prefieren ir en solitario, vecindades a quienes les gusta llevar la voz cantante y aquellas personas que siempre prefieren estar en un segundo plano; vecindades que quieren cambiar tradiciones que consideran infecundas y que atentan contra el bienestar animal y la sensibilidad humana, vecindades que no gustan de esas tradiciones, pero las toleran con ánimo de no molestar, vecindades que gustan de llevar la contraria y vecinos que prefieren estar con la mayoría social, sea cual sea la manera en que la entiendan en cada ámbito concreto.
Hace no mucho tiempo la revista municipal oficial y corporativa de Sanse destacó múltiples razones por las que las personas que vivimos en Sanse podemos estar satisfechas de vivir en nuestro municipio… y probablemente para atraer a nuevos vecinos. En mi opinión todas o casi todas eran bien ciertas- tampoco recuerdo todas al detalle y los posibles matices. Era llamativo que había importantes omisiones y una de esas omisiones fue la mención a los festejos taurinos, que tanto reclamo publicitario y turístico tienen. Seguramente quienes redactaron esos textos eran conscientes de que estos festejos ni gustan a todos ni tienen por qué gustar a todos y, quizás, yendo más allá, que no son o no tienen por qué ser uno de los mayores orgullos del municipio, en pocas palabras, que Sanse es mucho más.
La cultura de Sanse tiene como hecho social sus festejos taurinos y corridas y son un reclamo turístico nacional… Se trata de una tradición en parte venida “desde abajo”, desde la tradición heredada de intereses de sus vecinos, pero también mantenida, alimentada y fomentada desde arriba, desde siglos precedentes y sin cuya influencia muy probablemente ese interés popular en ella estaría mucho más alicaído o sería muy marginal- como bien explica Juan Ignacio Codina en su documentada, profunda y reflexiva obra “Pan y Toros” ciertos poderes desde hace tiempo han querido fomentar este tipo de diversiones populares para sus intereses y, por el contrario, no fomentar tanto otro tipo de diversiones y facetas de enriquecimiento personal que pudieran implicar un mayor desarrollo de la sensibilidad y reflexión humana- y ahora lo hacen con el mismo o más ahínco, como un emblema que debe caracterizar la cultura y vida municipal y frente a la que no debería haber disidencia, pues es sospechosa de rebeldía sin causa, de “tocanarices” y tiene, para estas autoridades un carácter aguafiestas que no es agradable para ellos y las peñas del municipio… Pero pretender reducir la complejidad de Sanse a estos hechos y rituales es empobrecer la vida social, asociativa y cultural de Sanse… aunque todo en esta vida, en la humanidad y en las personas, tenga sus matices.
He conocido vecinos y vecinas con los que he compartido muy buenos ratos, muy buenas conversaciones, muy enriquecedores intereses, que disfrutan de estas tradiciones taurinas o que las asocian a otras actividades culturales que les gusta fomentar. Nunca quisiera tachar como personas insensibles o malas a estas personas, sería una simplificación terrible y muy injusta. Les debo gratitud en diversos ámbitos y aspectos, son personas que admiro en varias de sus facetas y les recuerdo con aprecio y cariño. Mi abuela paterna, que murió tempranamente y no pude conocer, al menos con edad suficiente para recordarla, era muy taurina y todos sus hijos la definen como una persona tolerante, creativa, sensible, alegre, algo avanzada, como mujer, para su época y que supo, en su vida personal, en los tiempos del franquismo, canalizar con inteligencia sus diferencias de opiniones con quienes estaban cerca de ella.
Es injusto y simplista, por tanto, decir que las personas taurinas son insensibles o no tienen buenas cualidades… Ahora bien, el ser humano tiene la capacidad de insensibilizarse contra el dolor ajeno, aunque solo sea en determinadas facetas o contra personas determinadas: lo demuestran las guerras, las tradiciones como tirar una cabra desde un campanario, el bullying escolar y político, el acoso laboral y en redes sociales… y un largo etcétera. Ninguna de las personas que participan en una guerra, en un acoso escolar, en una pelea de gallos, en un linchamiento en redes sociales, está exenta de cualidades. Pueden ser buenos amigos de sus amigos, ejemplares trabajadores y trabajadoras, estupendos nietos… Puede aportar humanidad en otros aspectos de sus vidas, incluso en muchos de ellos, pero ello no implica que hagan bien en otros aspectos de su vida, ello no implica que no muestren insensibilidad y falta de empatía en otros terrenos, sean cuales sean las razones, más o menos comprensibles o justificadas que les hayan llevado a perder este sentimiento empático en esta faceta.
Quizás, como decía un amigo mío, muy distinto de mí en algunas cosas y cuya conducta no apruebo en todo: “Vivir es hacer daño”… Quizás, aunque no queramos, siempre podemos causar daño a otras personas o seres. Eso está en la misma naturaleza. Muchas personas que no disfrutamos de los festejos taurinos y pensamos que son nocivos, comemos carne, pescado y productos animales y ya sabemos que la forma de obtener estos productos también daña a estos animales. Las personas veganas quieren abstenerse de hacer daño a otros animales, pero con certeza, a veces causan daño al entorno y a otras personas, aunque solo fuera por errores u omisiones… pero no deja de ser cierto que no enaltece las mejores cualidades humanas el disfrutar ver a un animal desangrándose tras ser mareado y zarandeado… no deja de ser verdad que, aunque un encierro sea algo más considerado para con estos animales su fin son las mismas corridas y, si los toros tuvieran voz, sería muy sorprendente para los propios corredores de encierros oírles decir que disfrutan de participar en tal actividad.
Yo no quiero simplificar, no quiero acusar de crueles e inhumanas a personas que disfrutan de estas tradiciones, pero creo que sería un síntoma de evolución a mejor irlas, poco a poco, apartando de nuestras vidas, para intentar fomentar formas más empáticas y sanas de diversión, más bonitas, porque es más bello aquello que menos daño hace, es más digno, más “humano”, más humano de ese tipo de humanidad con la que, en el fondo, todas las personas queremos identificarnos, al margen de lo que hagamos en nuestras vidas diarias. Seguramente sigamos haciendo daño, pero es mejor no caer en el cinismo apático y conformista… Hay muchas personas, cada vez más, que pensamos que recrearse viendo a un animal sufrir o divertirse a costa de su aturdimiento no son las formas más idóneas de diversión. Queremos la alegría de nuestros vecinos, no entendemos que tenga que ser así. Somos personas muy distintas en variadas cosas las que opinamos así, no pensamos exactamente lo mismo en todo. Muchas de nosotras no nos alegramos de la muerte de ningún torero ni corredor de encierros ni creemos que ese sea el enfoque adecuado. No somos aguafiestas quienes queremos vivir haciendo menos daño.
Laura Ramos, vecina de Sanse