En los mundos de la llamada “fantasía heroica” la raza de los enanos se suele caracterizar, no solo por su corta estatura, sus largas barbas y su buen fondo, sino también por una tremenda testarudez, desconfianza y resentimiento. Esto último queda muy ilustrado cuando se dice que no existe la palabra olvido en ninguna lengua enana, y si múltiples opciones para cubrir cualquier tipo de acepción la palabra venganza. En particular, me gusta quedarme con el Libro de los Agravios, que es aquella obra donde los enanos apuntan cualquier afrenta, por nimia que sea, y que se consulta siempre antes de cualquier tipo de negociación, e incluso se recita en las batallas para encolerizar y motivar a los, ya de por sí temibles, guerreros enanos.

Foto: Movimiento Liberación Gráfica de Madrid

La izquierda somos un poco enanos. A pesar de nuestro enorme buen fondo, nos suele perder la desconfianza y el resentimiento. En mi época en el Ayuntamiento de Sanse, teníamos en el despacho una viñeta de Fontdevila que señala los paralelismos y diferencias entre la derecha y la izquierda de una forma magistral. Por un lado, un señor de izquierdas decía “En el fondo estamos por lo mismo…” y otro le contestaba “¡Pero innumerables matices nos separan!”, mientras que en la viñeta dedicada a la derecha el primer individuo decía “Innumerables matices nos separan…” a lo que respondía otro entusiasmado “¡Pero en el fondo estamos por lo mismo!”. No he vuelto a encontrar una explicación mejor a la falta de unidad electoral ante tamaña igualdad ideológica. Nuestro particular Libro de los Agravios.

Si analizamos la evolución del voto entre las dos últimas elecciones, donde la izquierda (sin el PSOE) perdió más de 5000 votos y 5 concejales (a pesar del incremento de votantes) deberíamos ser capaces de hacer un poquito de autocrítica. Entre mis compañeros en Ciencias Políticas nos mortificaba mucho la importancia del candidato o candidata. “El voto al muñeco” lo llamábamos. Era nuestra forma de resumir despectivamente la tremenda importancia que suele adquirir la imagen del cabeza de lista para el votante frente a las propuestas recogidas en el programa electoral. Bajándolo a la tierra, es fácil verlo comparando los resultados de los partidos en las autonómicas de las mismas fechas, donde Podemos e IU ganaban cerca de 4000 votos con respecto a las locales (cosa que se podría explicar por la presencia de Izquierda Independiente), el PSOE local se dejaba más de 1000 votos, Ciudadanos más de 1500, y el PP local ganaba sin embargo casi 2000. Todo esto viene a cuenta de los previsibles movimientos preelectorales en la izquierda: las primarias.

Vamos a partir de que las primarias en un partido nunca son democráticas. Siempre hay una parte que cuenta con la organización y por lo tanto con media batalla de ventaja frente a cualquier otra opción. Pero más allá de ese detalle, nos falta autocrítica. Es decir, si somos conscientes de la importancia del candidato o candidata, ¿no es acaso una locura plantear siquiera que se repitan liderazgos que han arrastrado semejante pérdida de votos? En la izquierda somos especialistas en buscar excusas que nos exculpen de estas cosas, cualquier cosa nos vale, pero seamos realistas. No estoy diciendo que haya que descartar a esas personas. De hecho, tienen una experiencia muy valiosa y se debe contar con ellos. Pero si creo que deben ceder el liderazgo a alguien que si pueda suponer un revulsivo. Y ese liderazgo debería ser común a toda la izquierda. Pero claro, ¿estarían dispuestos los partidos a aceptar un o una líder que no fuera de su partido? Y aquí volvemos a los enanos, la desconfianza y los agravios. Y en Sanse no son pocos precisamente.

Manuela Carmena tenía un gran currículum antes de su candidatura con Ahora Madrid en 2015, pero es una realidad que el 99% de los madrileños no tenía ni idea de quien era hasta que se hizo esa candidatura, que consiguió agrupar a prácticamente la totalidad de la izquierda, y que consiguió una participación ciudadana increíble en una campaña de desborde sin precedentes. Se dio una tormenta perfecta al encontrar una candidata adecuada, unos partidos políticos que supieron dejar de lado su protagonismo y un equipo y una situación global que consiguió una implicación absoluta desde sectores de la población que hasta entonces veían la política como algo completamente ajeno. Sin valorar el desarrollo posterior, me gustaría que la izquierda aprendiera lecciones de esto.

La izquierda siempre anda buscando un líder. Ahora mismo ese reflejo a nivel estatal recae en una Yolanda Díaz que precisamente está trabajando en un modelo que reste imagen a los partidos tradicionales (ojo, que siguen siendo necesarios por experiencia y organización). Porque no importar ese modelo a nivel local. Porque no, en vez sobre puestos en una lista, hablar de áreas de trabajo y buscar a las personas adecuadas para ello, sean de la organización (si son de alguna) que sea. Y porque no buscar un liderazgo independiente que no esté atado a pasados agravios y convertirlo en la mejor opción para San Sebastián de los Reyes. Porque al final, en la izquierda, estamos por lo mismo.

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