Londres tiene fama de ser lluviosa, cara y abarrotada, pero la verdad es que cada estación tiene su encanto. Ahora bien, no es lo mismo recorrer sus calles con sol que pelearse con el viento helado. Si encima todo está a tope o los precios están por las nubes, la cosa pierde gracia.
Primavera, cuando la ciudad deja de estar gris
Después de meses de frío y días cortos, la ciudad empieza a recuperar color. Los árboles florecen, los parques como Hyde Park y Kew Gardens se convierten en escenarios perfectos para paseos al aire libre. En marzo todavía se siente el invierno, pero abril y mayo ya vienen con temperaturas más amables. Por las tardes refresca, pero nada que impida sentarse a comer algo en un mercado callejero.
Las lluvias no desaparecen, porque esto es Londres, pero al menos no caen con esa insistencia otoño. Los turistas llegan poco a poco, aunque Semana Santa mete más gente de lo habitual.
Verano, días largos y una ciudad llena de vida
Junio, julio y agosto traen temperaturas más cálidas y una energía que se contagia en cada rincón. Con máximas que rondan los 20-25 grados y días que se extienden hasta bien entrada la noche, Londres se convierte en un escenario perfecto para disfrutar al aire libre. Desde festivales en Regent’s Park y conciertos en Somerset House hasta un crucero por el Támesis al atardecer, la ciudad ofrece experiencias únicas que brillan aún más bajo el sol estival.
El ambiente masificado es su lado menos atractivo. Las multitudes crecen, las colas en los museos se alargan y los precios de los alojamientos alcanzan su punto más alto del año. Desplazarse en metro puede volverse un desafío y encontrar una mesa en un restaurante sin reserva anticipada, casi imposible.
Otoño, la ciudad recupera el ritmo normal
Cuando septiembre se instala, Londres vuelve a recuperar su ritmo normal. El calor baja, los parques se tiñen de naranja y los turistas empiezan a marcharse. El ambiente sigue animado, pero sin el agobio de los meses anteriores. Octubre se siente acogedor, con los pubs sirviendo asados los domingos y los escaparates llenos de calabazas. En noviembre todo cambia de golpe. La lluvia se hace más presente, los días se acortan de manera descarada y la ciudad se prepara para la Navidad.
Invierno, luces navideñas y precios más bajos
La Navidad en Londres es otro nivel. La ciudad se ilumina, los mercados aparecen por todas partes y el espíritu festivo se siente hasta en el metro. Las calles del centro se llenan de gente mirando escaparates, Winter Wonderland en Hyde Park se convierte en parada obligatoria y los bares ofrecen vino caliente para combatir el frío.
Pero cuando enero asoma, el panorama cambia. La resaca navideña deja la ciudad más vacía, los hoteles bajan precios y las temperaturas no dan tregua. La luz dura poco y la lluvia vuelve a reclamar su protagonismo.
Cada época tiene su encanto, pero unas más que otras
Londres no decepciona, pero elegir bien el momento ayuda a disfrutarla más. Cuando la ciudad no está llena de turistas, el clima acompaña y los precios no están disparados, recorrerla se convierte en una experiencia más llevadera. En primavera se mueve con comodidad, en verano brilla con todo su esplendor, en otoño se disfruta con tranquilidad y en invierno se descubre con calma.