Siete años , dos meses y 20 días. 2635 veces que el sol asomó y la luna emergió, 63.240 horas vividas en Alemania . Es el tiempo que ha transcurrido desde que estoy fuera de mi tierra sin vacaciones. Dejar atrás a tu tierra, hogar, familiares y amigos no es tarea fácil. En especial si esa marcha llega de una situación tan delicada como la que atraviesa mi país, España con el coronavirus . No me arrepiento de haberte dejado, pues era lo mejor para mí y mi familia, desahucio tras desahucio, paro , precariedad, hambre ,no teníamos opción y necesitábamos algo que contigo ya no se podía conseguir en ese momento.
Cuando era pequeño preguntaba a Dios por qué me había puesto en un país como el mío: lleno de pobreza, desigualdad, racismo, machismo , terrorismo, violencia de género y corrupción política. ¿Por qué no pude nacer en algún país como esos de los que leía en los libros o las noticias? . En España tu vida no vale nada si no tienes una posición económica , porque la justicia no existe para los pobres, porque la justicia solo sirve a la gente que tiene dinero.
¿por qué no podemos buscar oportunidades y nuevas experiencias como muchos en Alemania, lo hacemos al ir afuera a estudiar o trabajar? ¿Qué me hace diferente? Nuevamente, la migración es clasista, mi pecado es haber nacido en un país empobrecido y a los pobres se les examina con lupa antes de dejarlos entrar a cualquier lugar. Esa es la triste realidad.
Los emigrantes tenemos que ahorrar durante todo el año para poder descansar unos días, muchas veces de manera miserable sin poder tomar un café fuera de casa , Y este año este ahorro no se logrado para muchos de nosotros por culpa del Coronavirus . La parte positiva es que este año serán pocos los que sufran estrés por el síndrome posvacacional, pero si no logramos desconectar el nivel de estrés será alto durante lo que queda de año.
Vivir en el extranjero no es sinónimo de riqueza, buena vida y buen trabajo, Vivir en el extranjero es más bien sinónimo de mucha lucha, de trabajo muy duro, de mucho sacrificio, soledad, nostalgia, valentía, de supervivencia, de ser humillado, despreciado, y en muchas ocasiones hasta abusado, para poder pasar unas vacaciones en España con la familia.
En estas vacaciones de verano no juzgo a la gente por querer pasarlo bien, disfrutar sus vacaciones y compartir la alegría en sus hogares. Están en su derecho y me alegra que puedan disfrutarlo. Sería injusto y egoísta querer que la gente se amargue las vacaciones de verano con el recuerdo de los Emigrantes marginados , que no podemos por culpa del Coronavirus aquellos que estamos lejos de nuestro hogar, y que a pesar de que tenemos el mismo derecho que toda la humanidad en estar con nuestras familias, no podemos hacerlo. No porque no queramos, sino porque sacrificamos esa parte de nuestro ser por un sueño. Un sueño que con el sistema migratorio actual se ha convertido en un coma del que no podemos despertar.
José Mateos Mariscal