En el sillón de casa pensando que gente como yo podríamos cambiar el mundo y hacerlo mucho mejor que todos aquellos que aparecen por mi enorme pantalla de plasma, todos esos ineptos e ineptas que nunca se llega a entender como llegaron algún día a estar viviendo del cuento. Yo si sé lo que sería lo correcto para poder cambiar a toda esa masa de gente tan equivocada y perdida, es increíble pensar que nadie se haya dado cuenta de que por ahí no es el camino.
Hoy me llamó él diciendo que me animara a colaborar, a participar en una actividad de las suyas, de las de su gente de la asociación. Siempre tuvo esos sueños de poder cambiar la actitud de los que estaban a su alrededor, de intentar que la sensibilidad, la capacidad de crear, de estar CREANDO ARTE, “ARTE”, !qué palabrota!, aflorara y no hubiera nada ni nadie que pudiera pararla. Participaría, lo haría, pero no encuentro espacio para ello, y tampoco creo que pudiera aportar mucho, está todo más que creado, ¿qué podría hacer yo?.
Él sigue pensando que merece la pena unirse, agruparse, asociarse, para intentar agitar un ápice las mentes absortas por la cantidad de información que reciben por medios de comunicación, redes sociales y por todo lo que la sociedad actual ha establecido como valores de referencia y comportamientos “adecuados” a la etapa de vida en la que te encuentras. ¿Cuánto arte piensa él que puede crearse por gente tan normal?, ¿por qué confiar en ellos y en ellas? Debe ser que está todavía superando esa etapa de ingenuidad que yo tengo tan olvidada y que añoro en esos momentos que me gustaría escapar de todo esto.
Voy a cambiar de canal, quizás vea una serie en esta tarde de sábado otoñal. Siempre me sorprendo de cómo alguien puede llegar a crear un guión que enganche a tanta gente, eso debe ser que tienen mucho tiempo para pensar, o que no tienen preocupaciones como yo.