Los compañeros de Diario de Sanse, Diario de Alcobendas y Diario de la Ribera, María Valverde y Manu Rodríguez, viajaban el pasado jueves 10 de marzo hasta Polonia (frontera con Ucrania) para cubrir con éxito como están viviendo los refugiados ucranianos el drama de la invasión rusa a su país. Allí se encontraron una dura realidad que ha marcado y sigue marcando su vida personal. Ambos cuentan para Diario de Sanse esta experiencia días después de volver.

Pregunta. Tras vuestra experiencia en la frontera con Ucrania, ¿se puede decir que las televisiones nos están contando la realidad?

Respuesta. Lo que vemos en las noticias luego no se ve reflejado allí. Se habla de número de refugiados, pero no de historias. Lo más sorprendente es que, por ejemplo, han comentado lo de la ayuda de los taxistas, pero no te hablan de las dificultades de llegar hasta allí para dejar la ayuda humanitaria o traer gente. Hubo una furgoneta de La Coruña que quiso traer seis personas y se volvió vacía. Además, creo que si vas a recoger refugiados es importante que lo hagas habiéndolo organizado desde España previamente. Allí no es tan fácil como dicen. Hay que saber bien los pasos y procedimientos.

Es más complicado de lo que se pinta. Había en los dos centros de refugiados en los que estuvimos españoles peleándose por ver quien se llevaba a estas personas. Hablaban de cuantos habían conseguido ese día. Como si fueran números. Los medios no hablan de historias de vida.

«Hablando con medios de comunicación de allí decían que no pueden contar todo porque sus jefes no les dejan«

P. ¿Falta más humanidad y menos números?

R. Sí, faltan más historias que datos. El periodismo parece que solo se basa en datos, pero detrás de cada número hay una vida. Gente que deja atrás a familia que va a morir realmente. Ahí es cuando realmente empatizas. Hablando con medios de comunicación de allí decían que no pueden contar todo porque sus jefes no les dejan. Querían contar cosas, pero les obligan a no hacerlo. Luego el interior de los centro de refugiados no se han visto. No se enseña como están de hacinados. Eso es inhumano. El periodismo está para contar las historias y la verdad.

María Valverde y Manu Rodríguez. Foto: Diario de Sanse

P. ¿Qué es lo que más os ha impactado durante esta experiencia?

R. El choque de ver que un señor está bombardeando hospitales infantiles y luego están millones de personas que están dejándose la piel en ayudar. Son las dos caras de la guerra. Íbamos nerviosos antes de llegar allí. Cuando llegamos sentimos paz. Puedes respirar tranquilo. Me sorprendió la historia de un hombre alemán que había venido disfrazado para animar. Es increíble como sacaba sonrisas.

P. ¿De dónde parte este proyecto y cómo surge?

R. Parte porque el ayuntamiento de Sanse convocó a todos los ucranianos empadronados aquí. Asistimos como medio. Hubo una persona, Yuri, que dijo que lo aportaba todo él, pero que necesitaba una furgonera para ir a la frontera a traerse gente. Eso nos impactó muchísimo porque el ayuntamiento dijo que no podía hacer eso a corto plazo porque había trámites. Yuri dijo: «Mi gente se está muriendo ahora». Ahí, decidimos hacerlo. Lo comentamos con nuestros jefes y se apuntaron a la idea. No solo cogimos una furgoneta. También un tráiler y un autobús. Ha sido posible gracias a la gente porque no nos esperábamos que fuese a tener tanta acogida la recogida solidaria. Si no lo hacen desde arriba habrá que hacerlo desde abajo.

«En los corredores por los que salían tiraban bombas para asustarlos»

P. Habéis hablado de historias. Os habréis encontrado con muchas. ¿Cuál os ha llamado más la atención?

R. Hay muchas. Por ejemplo, había una pediatra que cruzó la frontera con sus dos niñas. Contaba que en los corredores por los que salían tiraban bombas para asustarlos. También viajaba una niñas sola en el autobús que trajimos. Justo en el momento de gestionar los trámites vimos la despedida de su madre, que volvía a Ucrania a luchar. Se encargaba de hacer los cócteles molotov.

«En los medios se habla de que muchos refugiados quieren venir a España y la verdad es que muchos de ellos, por lo general, no quieren venir«

P. ¿Cómo se decide que refugiados llegan a España y quienes se quedan?

R. Ahí está el lío. Hay que tener todo bien organizado. En los medios se habla de que muchos refugiados quieren venir a España y la verdad es que muchos de ellos, por lo general, no quieren venir. Es lógico que se quieran ir a países cercanos con la esperanza de que acabará pronto. En nuestro caso nos ayudó la traductora. Quería que su hermana viniera en el autobús. A través de contactos que tenía allí conseguimos traer a los refugiados. De manera particulares imposible.

P. ¿La recogida solidaria ha sido entregada ya?

R. Ha sido entregada ya en Rivne, Ucrania. Se quiso enviar más a Ucrania porque en la frontera sobra ya ropa y pañales. Medicina no tanto. Vino un transportista ucraniano que hizo el traspaso. Se puso a llorar porque la situación era difícil. Nos contaron que el 80% de lo que queda en Ucrania se lo quedan los rusos.

«Lo único que hacen falta son medicamentos (anestesias), ropa interior y calzado«

P. ¿Qué mensaje se le puede dar a la gente para que siga donando ante este dato?

R. Hay que saber lo que tienen que donar. En los centros de refugiados nos dicen que están «nadando en ropa». Lo único que hacen falta son medicamentos (anestesias), ropa interior y calzado.

P. Esto es una guerra del Siglo XXI. No se mueren de hambre en la frontera.

R. En Ucrania no lo sabemos, pero en la frontera no. Hay mucha solidaridad. Las condiciones no son las mejores porque han pasado de dormir en camas a dormir hacinados. En Ucrania está el problema. Aunque los rusos se queden una gran parte la recogida en gran parte llega.

«Todos creen que en una semana o dos esto se acaba«

P. Me llama la atención que hay gente que no quiere venir a España. ¿Por qué?

R. Me impactó un hombre con familia numerosa que le dejaron salir del país por eso. Decía que él quería dejar a sus hijas en España y él se volvía. Era una cuestión de patriotismo, pero también está la cuestión familiar. Es durísimo. Además, el miedo de no saber lo que te vas a encontrar más allá de tu país está presente. Casi nadie sabe inglés ni español. Es iniciar una nueva vida cuando hace dos semanas tenías tu vida. Todos creen que en una semana o dos esto se acaba.

P. ¿Qué imagen tienen los ucranianos de España?

R. Hablaban de nosotros como solidarios y pasionales. Nos ha sorprendido la cantidad de españoles que había en la frontera. Cada diez metros escuchabas una conversación de alguien en español. Muchas ONGS estaban allí. También hay voluntarios que han cogido vacaciones para ayudar sin pensarlo. Uno de ellos es Jesús. Trabajaba en una inmobiliaria y sus dos semanas de vacaciones se ha ido a ayudar. Luego cinco amigos que tienen un restaurante en Valencia se han cogido 10.000 raciones y han ido a la frontera a hacer paellas.

«La gente adulta que sale es para salvar a sus hijos»

P. ¿Cómo viven los niños todo esto?

R. Los niños saben lo que está pasando. Han cambiado el colegio por estar días caminando en trenes y autobuses. No entienden el porqué. En la puerta de la frontera vienen adultos con tres niños. No van adultos solos. La gente adulta que sale es para salvar a sus hijos.

«Ella se quedó con su marido a fabricar cócteles Molotov»

P. ¿Os habéis encontrado historias del tipo «te dejo a mi hijo y yo me quedo aquí»?

R. Sí, la chica que decíamos antes que tiene una hija tiene 12 años. La madre nos intentó hablar en ucraniano en la frontera y sin entendernos nos entendimos. Le dijimos que la íbamos a cuidar. Esta mujer la dejó allí porque en España tiene familia. Ella se quedó con su marido a fabricar cócteles Molotov.

P. Desde el punto de vista de España, ¿qué pueden hacer el Gobierno o los ciudadanos?

R. Desde la instituciones se nota que hay desorganización. Los centros los coordinan gente de allí que está ayudando. No hay un organigrama y eso es un caos. Por eso también cuesta encontrar gente que quiera venir a España. No hay nadie que lo controle. En el centro de registro de Przemysl había que inscribirse tanto refugiados como las personas que querían recoger gente. Ahí todos los que te atendían eran voluntarios. No estaba gente del Gobierno. Había miedo también a la trata de blancas. Cada sala era un país. En la de Italia sí había militares que cogían el DNI para ver si tenías antecedentes penales. En la de España no había nadie. Puede ir gente buena o alguien con malas intenciones. Veías un hombre con un cartel diciendo «voy a Israel». Estabael riesgo de fiarte o no.

«Muchos cometemos el error de pensar en su felicidad porque están en España»

P. Cuando llegasteis a Alcobendas llamaba la atención la imagen sonriendo de los refugiados.

R. Hay una doble visión. Está la parte de que no hay bombas y que has salvado a tus hijos. Es el caso de un señor que su casa había sido bombardeada. Él se sentía en paz mirando al cielo, pero está el sentimiento de querer estar en su casa. Muchos cometemos el error de pensar en su felicidad porque están en España. Eso sería si se acabara la guerra y estuvieran en su casa sin haber tenido que salir nunca. No han elegido realmente estar aquí.

P. Hay que decir que las familias ya están en casas de acogida y bien cuidadas.

R. Sí, la mayoría han venido con familiares o amigos que hablan español les están ayudando con los trámites. Además, nosotros seguimos en contacto con ellos, por si necesitan un nuevo alojamiento o si necesitan trabajo. En estos días lo vamos a publicar en los medios. A la gente que ha ido a recoger a los refugiados les diríamos que su tarea no termina cuando lleguen a España. No saben los trámites y necesitan ayuda. Hay que estar pendientes de esto.

«En lo psicológico, nuestra mente sigue allí pensando como ayudar»

P. Desde el punto de vista periodístico, ¿qué secuelas se os han quedado?

R. Queremos volver porque sentimos que desde aquí no podemos ayudar. Nos hubiésemos quedado mucho más tiempo. Uno de los acompañantes de nuestro viaje al día siguiente de llegar se alquiló una furgoneta y volvió. Físicamente estamos reventados por las horas de viaje y el trabajo allí. No dormíamos entre la organización y el trabajo para cubrir. Se genera mucho estrés. Ya estamos reponiendo pilas. En lo psicológico, nuestra mente sigue allí pensando como ayudar. También soñamos con el viaje de autobús. Fueron 33 horas. Es horrible físicamente.

P. Por último, para todos aquellos periodistas que quieran ir allí, ¿qué recomendaciones les daríais?

R. Hay que ir sin miedo y sin pensarlo. Si lo piensas no lo haces. En la frontera te sientes seguro y en paz. Luego sales y se te remueve todo. Otra cosa es ir a Ucrania. Como trabajo periodístico les diría que busquen bien alojamiento. Nosotros vamos a seguir haciendo cobertura de este tema. Estamos realizando un documental porque hay muchas cosas que contar y por otro lado tenemos una nueva categoría en el periódico que se llama «La verdad detrás de la guerra». Ahí tendremos cada día historias de la gente de manera más profunda.

1 COMENTARIO

  1. Ya hicisteis el payaso cuando tocaba para dar la nota, y desde entonces el tema ya tal. Sois repugnantes.

    Desde 2014 lleva ucrania bombardeando el donbass y asesinando y persiguiendo a los rusos.

    SOIS PUTA ESCORIA

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