Quienes me conocen saben que, a pesar de que son muchas las bodas civiles que tengo el honor de oficiar, no suelo informar de ello en redes sociales, en actos públicos o prensa. Lo considero un acto íntimo, personal y que se queda para la privacidad de los contrayentes y sus familias. Vuelvo a hacer una excepción (con permiso solicitado y concedido) e incluyo estas palabras relativas a una de las siete bodas civiles oficiadas hace unos días, y en las que me apetece realizar una modesta reflexión.
Y lo hago porque sufrimos un momento en el que el mundo, irracional a veces, nos aporta imágenes tristes, de odio, de guerra, de desunión, de horror y, en definitiva, de muerte. Frente a ello, estas palabras que os comparto son de alegría plena, de amor, de paz interior, de compromiso para compartir destinos y, sobretodo, de vida, de vida pasada, presente y de vida conjugada en futuro.
Además de la alegría de los contrayentes, de la familia y de los amigos y amigas presentes en estos actos, el pasado sábado me emocionó la imagen de dos mujeres mayores, de esa abuela y esa tita, testigos ambas que asistieron, con una presencia enternecedora y esfuerzo físico, a un acto del que estoy seguro que les trajo a la memoria de su vida momentos y etapas personales también de felicidad. Sus ojos no pudieron resistirse a dejar escapar lágrimas durante el solemne acto de firma del acta matrimonial. Pero cuando las lágrimas son de alegría y de emoción, en este caso de ejemplo por ver unirse en matrimonio y creando familia a uno de seres más queridos, la sensación que nos transmiten es de optimismo, ternura y de reconciliación con una humanidad que a veces nos parece trastornada. Esas dos mujeres y esos dos niños, de la pareja contrayente, agitando los brazos alborozadamente, uno, y, el otro, simulando ser testigo con rúbrica, me transmitieron vida y los contrayentes me inspiraron gozo y optimismo en el futuro. Hay vida, hay futuro con amor y hay, como escribió Eduardo Mendicutti, “otra vida para vivirla contigo”.
Vivamos pues el momento, seamos optimistas, enterremos odios y extendamos amor y paz como simboliza lo que os relato haber disfrutado vivir como alcalde, en estas ocasiones. Mis deseos de que estos viajes que todas las familias, sanseras o no, que todos los días inician las parejas sean largos e inmensamente felices.